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No queremos parecernos a nuestro padre o madre sino a la tatarabuela que ni conocimos. Desde que nacemos nos dan el prestigio y valor de un ideario desfasado y anacrónico. Nos convertimos en un plagio de culturas pasadas que ni la arquitectura resistiría. En la actualidad no vivimos en pirámides, verdad? 

Pero, en cambio, las personas se  empeñan en seguir construyendo con esfuerzo y tesón un legado ancestral para convertirse en Isabel la Católica, con lo que pesa la corona.

La autoexigencia del prestigio social.